El
amor a distancia no es para cualquiera.
No es para los débiles de corazón, ni para los que confunden amor con inmediatez.
Es para valientes.
Para esos que entienden que amar también significa esperar.
Es para los que tienen paciencia de acero,
para los que aceptan que habrá fechas importantes sin fotos juntos,
sin brindis compartido,
sin manos entrelazadas al final de la noche.
Es para quienes saben que la tentación existe…
y aun así, la lealtad pesa más que cualquier instante de placer.
Para los que resisten las ganas de un abrazo,
de un beso, de una caminata de la mano,
porque saben que la espera tiene un sentido.
Una relación a distancia es un acto de fe.
Es confiar en lo que no ves,
es apostar por lo que sientes sin garantías inmediatas.
Es amar sin tocar… y aun así sentirlo todo.
Por eso, cuando dos personas logran superar kilómetros, horarios y ausencias,
no es suerte: es valentía.
Y solo quienes han amado así saben lo admirable que es resistir…
y seguir diciendo: te elijo, aunque no estés aquí.
